Por BERNARDO CONGOTE / Miembro del Consejo Internacional de la FyL
En la cumbre del G20, Petro se despachó contra Milei a la vieja usanza del ladrón que juzga por su condición. Y, peor, de quien se atribuye sobre el argentino una falaz popularidad dado que en sus casi 3 años de gobierno no ha logrado lo que Milei ya alcanzó en menos de un año.
Siendo la asociación con el monopolio, la primera característica del fascismo hitleriano, no habría algún otro político colombiano que con mayor desfachatez se hubiera asociado con el mayor monopolista denominado Grupo Gilinski. Y, peor, protegiendo a casi todos los miembros del oligopolio colombiano.
Adueñado de medios de comunicación (revista Semana), de uno de los más prósperos conglomerados industriales latinoamericanos (Grupo Nutresa) y de uno de los miembros del oligopolio financiero (Banco Sudameris), Petro habría ganado las elecciones apoyado en los dineros del Grupo Gilinski.
Si ello no bastara, para no tocar a los oligopolios ganadero, palmicultor, azucarero, manufacturero colombianos, quiso distraernos yéndose guerra contra los transportadores de carga, uno de los sectores más democráticos de la economía colombiana.
También ha sido fascista puro su propósito de acabar con la clase media al peor estilo de Maduro o de Ortega. A cambio, viene coqueteando su presunta reelección subsidiando campesinos mediante el regalo de tierras improductivas.
Y se ha venido contra los pensionados en una reforma que busca lograr la tributación de esta creciente minoría de adultos mayores, mientras deja quietas las mega pensiones de cierta oligarquía de overol que trabaja para el Estado ( Ecopetrol, Banco de la República, Fuerzas militares y policiales, EPM, ISA, entre muchos más).
Mal educado por la contra neoliberal de la Compañía de Jesús (a la sazón miembro del oligopolio terrateniente y financiero colombiano), se ha inventado contra Milei ejercer un fantasmal fascismo neoliberal que sólo existe en sus esquizoides alucinaciones.
Buscando tapar que él en Colombia ha gobernado contra la libertad que acoge más de 1,5 millones de microempresas, a favor de las cuales no ha emitido una sola política de incentivos y, peor, va camino de montarles a la espalda una segunda reforma tributaria para pagar sus desatinos populistas.
Contradiciéndose a fondo, Petro afirma que los fascismos europeos no fueron liberales sino proteccionistas, ignorando penosamente que Milei precisamente gobierna libertario y no proteccionista.
Si ello no bastara, cita a Trump como excelente ejemplo del fascismo proteccionista, llamando al monopolista Elon Musk para que dirija, muy a la orwelliana, el sospechoso “departamento de eficiencia gubernamental”.
Ignorando tanto Trump como Musk y el mismo Petro, que el camino más expedito para lograr el mejor manejo público es, a la Milei, por un lado adelgazar el número de oficinas del Estado y, por el otro, recortar a raja tabla el gasto público de las que restan.
En Colombia, Petro ha gobernado como descarado fascista protegiendo los intereses de los platócratas financieros, manufactureros o agroindustriales y cargándoles responsabilidades a los pequeños y medianos empresarios mientras asfixia a la clase media.
Petro hace como el ladrón que grita: ¡Ladrón! ¡Ladrón! señalando hacia la derecha, mientras él se desplaza sigiloso por el vergonzante fascismo jesuítico.
¡Vivir para creerlo!